Carta desde Bostertown

Bostertown-en el año de nuestro señor MMXI

desterrado a la Isla de los Estados...
desterrado a la Isla de los Estados...

 

Deseo hacerle conocer a usted, los extraños sucesos acaecidos en ocasión de mi visita a mi amigo y colaborador Joseph Lucas, en su retiro forzoso a la Isla de los Estados, la cual se encuentra en el Atlántico Sur a 120 millas náuticas de nuestras queridas Falklands.


Como es de público conocimiento, su fallido intento de proveer a la corona de una nueva maquina de ejecuciones, que el mismo denomino “silla eléctrica”. Con objeto de reemplazar el antiguo método ideado por Francis Cordel en el año 320 de nuestra era. El cual consistía en colgar al reo por el cuello hasta su muerte, bien es sabido que Francis Cordel presidía el importante establecimiento en Bratfort dedicado a la fabricación cuerdas y cordones.

problemas de tensión...
problemas de tensión...

Pero volviendo al invento de mi amigo, la reina Victoria en persona, debió tomar cartas en el asunto al hacerse público las terribles penalidades y largas agonías sufridas por los reos debido a la baja tensión.

 

Después de analizar el caso y tener en cuenta la extensa lista de fracasos anteriores, la corte de los Lores, decide condenarlo al destierro de por vida en la isla antes mencionada, en total “aislamiento” por lo cual se acondiciona una habitación con paredes de vaquelite, como así considerando su avanzada edad no realizara trabajos forzados pero todos los días deberá encender el viejo faro de la isla. Mas tarde, ante los reiterados intentos de electrificar el vetusto artefacto, se dispuso una guardia personal destinada a evitar que llegue a sus manos cualquier elemento capaz de conducir energía, como así también, que se quite la vida colgándose con un cable.

1er carburador AMAL
1er carburador AMAL

Por aquellos años yo había logrado perfeccionar mi nuevo motor de combustión interna inspirándome en la maquina de vapor de James Watt. Después de muchos reveces logre establecer que el combustible  mas adecuado era el espíritu de petróleo. Tras fallidos intentos con la firma AMAL del viejo continente, también conocida por sus tapas de alcantarillado y sus farolas de alumbrado, por fin conseguí hacerme de un dispositivo capaz de proveer al motor de las 14 partes de oxigeno y 1 de espíritu de petróleo con relativa exactitud.


¡Aleluya!... El motor estaba listo.


Es muy difícil transmitir la emoción y la profunda ansiedad de aquellos días, solo faltaba colocarlo en la vieja bicicleta de mi tatarabuelo.  ¡Por fin!... podría aventurarme mas allá del cerco del jardín ¡recorrer el mundo!...

 

Dispuesto a solucionar los últimos problemas pendientes, me dispuse a desarrollar un sistema de iluminación, capaz de acompañarme en largas travesías nocturnas. Después de muchos experimentos llevados a cabo con mi amigo y colaborador “Paul Eveready”, logramos concluir que el combustible mas adecuado para la farola de alumbrado, era el gas de naftalina, debido en mayor parte a su fácil obtención en cualquier tienda de abarrotes de la comarca. Nuestros estudios determinaron que las extrañas bolitas blancas serian una fuente ilimitada de luz.


Fascinado por mi hallazgo decidí visitar a mi viejo amigo y contarle mis descubrimientos con el fin de obtener su bendición.

El 29 de Febrero me embarque en el vapor Cumberland rumbo a la isla. Ya en tierra, en una taberna vecina a los muelles escuche a los marineros referir historias sobre extraños destellos en la inmensa oscuridad en las zonas aledañas al faro, en mi corto recorrido por la aldea, se hizo visible el creciente temor de sus habitantes por las extrañas luces, al arribar al hotel me comunicaron que mi viejo amigo me esperaba en el faro a las 17 o'clok para el té. Su carruaje me recogería.


Tras un corto recorrido por fin, la silueta del faro empezó a vislumbrarse en la espesa niebla, junto a la puerta de acero escotillada la figura de mi amigo me esperaba, si mis cálculos no son erróneos peinaba sus 82 años, el venerable anciano de traza un tanto desalineada vestía un grueso abrigo hasta los tobillos y su blanca y lacia cabellera llegaba a sus hombros, tras los saludos de rigor, pronto me hizo saber su profundo descontento por la expresa orden del almirantazgo de solo usar como combustible aceite de ballena. Pasamos a la mesa, sirvieron el té, y la conversación discurrió plácidamente hablando de electrones perdidos…, no fue hasta la puesta del sol, cuando empezó a colarse por al ventana la oscuridad de la noche, que el anciano empezó a denostar rasgos extraños, por momentos parecía divagar extraviado, en el cuarto al única luz provenía de una vela situada en el centro de la mesa.

en el laboratorio de Joseph
en el laboratorio de Joseph

¡Se acercó y me hablo al oído!, me refirió que había desarrollado extrañas habilidades mentales, al parecer el creía poder ver el alo electromagnético que emanaba de la armadura de un motor y así establecer su fuerza electromotriz, como así también determinar el flujo de electrones de un conductor solo tocándolo con un dedo, sin ayuda de un amperímetro, esto ultimo no me causo sorpresa ya que él era inventor de la famosa Kick (patada).


Por momentos se levantaba de la mesa extraviado y sin prestarme atención recorría el cuarto en semi penumbra, girando sus dedos de la mano derecha en una herradura producida con dos dedos de la mano izquierda al tiempo que repetía sin cesar, “¡si yo pudiera girar una espira en una campo magnético!” y lo volvía a repetir casi como un rezo, comencé a sentir que ya no estaba presente, había partido a su mundo de sueños y fantasías, de pronto la puerta se abrió e irrumpió su enfermera, pidiéndole con bastante cuidado que lo acompañara a sus aposentos.

Se fue sin despedirse, esa fue la última vez que lo vi, pedí que el coche me condujera al hotel. Mientras esperaba el apresto del carruaje, decidí echar una ultima mirada al antiguo faro, grande fue mi sorpresa cuando divisé que en lo mas alto de la torre un objeto brillante dispuesto en forma de pararrayo, al parecer se trababa de algún utensilio de cocina el cual llevaba ceñido un alambre de cobre convenientemente dispuesto a modo de tendedero con el fin de ocultar sus verdaderas intensiones. Pensé con regocijo interior que si aun podía burlar a sus custodias, entonces su espíritu seguiría viviendo.

El carruaje me recogió, la noche arreciaba por doquier, solo en el acantilado se escuchaban los golpes de las olas contra las rocas.


Al mirar al cielo vi mil puntos azules en un despliegue infinito, como cientos de chispas perdidas.


Al otro día emprendería el retorno a casa.

 

Sir William

Conde Bostinson.