Una noche como cualquier noche

Una noche como cualquier noche, donde la bebida corría alegremente, decidí dar por finalizado el jolgorio y retornar a casa. Me puse de pie y una vez que las cosas dejaron de moverse y comprobé que los dos pies estaban en la tierra, enfilé hacia mi querida Gilera. No faltó alguno de la barra que me advirtiese sobre el peligro de conducir en ese estado “no por vos, por la moto, jua jua jua”, pero el rito hecho cientos de veces se volvería a repetir. Abrí el paso de nafta, coloqué el avance al encendido en su punto ideal de arranque, pateé con convicción perdiendo un poco el equilibrio, y el motor se puso en marcha. Bajé la moto de su muleta sosteniendo la misma con el pie derecho y empujando el vehículo hacia adelante. Puse el culo en el asiento, aseguré la muleta con el resorte de goma (tengo que reparar eso) y dije las palabras mágicas: “Chola, a casa”. En todos estos años juntos hemos establecido una relación muy fuerte con mi Gilera. Ella me lleva y me trae a todas partes y yo la atiendo reparándola, completando sus partes originales, por supuesto nafta y aceite, y alguna que otra vez, lavándola. Hay quien me tilda de roñoso, pero cada vez que he lavado la moto el agua le produjo una reacción alérgica, y dos o tres días después -si no inmediatamente- debo andar toqueteándola para que arranque.

 

Así nos fuimos esa noche, silbando bajito, por las mansas calles rosarinas. Su pum pum acompasado no aflojaba al llegar  a las esquinas, en velocidad de paseo, tomando aire fresco y charlando amenamente. Frenó sola un par de veces, al llegar a esas esquinas peligrosas. En el parque independencia siempre aceleramos un poquito, pero en esta ocasión seguimos paseando, ahí donde la temperatura afloja un poco y uno piensa “lastima no haber traído un saquito...”. En otra oportunidad en este mismo parque, esquivamos un par de elefantes rosas que salieron a nuestro cruce desde atrás de un puesto ambulante de panchos. Eran de un tamaño descomunal, pero ella se las ingenió para hacer un cambio de paso, un zig zag, y pasar entre medio de ambos sacándoles la lengua en el acto. De inmediato comenzaron a seguirnos. Nunca pensé que los elefantes rosas corrieran tan rápido. Tuvimos que acelerar a fondo y al tomar la curva del hipódromo chispeaba el pedalín contra el pavimento, la horquilla era casi incontrolable. Finalmente los dejamos atrás... Pero esta noche era tranquila. Regulando nomás llegamos a casa. No encontraba la llave y ella me dijo donde estaban: en mi bolsillo. Entramos calladitos, la estacioné abajo del pino, le di las buenas noches y me acosté agradeciendo tener tan buena moto como amiga.

 

Ya es de mañana y todavía me dura la resaca. Bajo con la vista nublada y camino al baño me parece no verla en el patio. Salgo ya con la cara lavada y voy hasta el fondo. Seguro la había dejado un poco más atrás, por eso no la vi al pasar... Mierda! No está!.... ¿la habré dejado en la calle? Salgo desesperado a la vereda y tampoco está. La puta que lo pario!! ¿Pero donde mierda está?. Vuelvo al patio. Salgo de nuevo a la vereda. Vuelvo a entrar y salir. Finalmente me siento en el cordón de la vereda con la mirada al piso. El mundo entra de golpe en mi cabeza y el dolor de la resaca se multiplica. ¿pero que mierda pasó anoche? ¿estaba tan en pedo que no me di cuenta que alguien me trajo? ¿donde está mi moto, mi querida moto? ¿Quién estaba anoche? ¿a quien puedo llamar?... pero no! Seguro que vine andando, no puede ser... me invade la desesperación. Voy al teléfono... “¿Pero todavía estas en pedo Rodrigo? Si te fuiste andando solo! ¿Cómo que no está?”.... mierda! mierda! mierda! Esto no puede estar pasando.... Alguien en el camino!, eso!, me debo haber cruzado con alguien en el camino y me trajo y luego se fue en mi moto.... pero no lo recuerdo!

-          Ché mujer... esteeee, ¿no te acordas quien me trajo anoche?

-          Pero si viniste solo. ¿Todavía estas en pedo? Hiciste un quilombo al entrar, para mas datos llegaste a las 4 y cuarto. ¿por que? ¿que te pasa?

-          Nada...  nada... seguí durmiendo....

-          (La gran puta!, ¿que mierda pasa acá? ¿donde está mi moto y la puta que lo pario!!!)

 

Nuevamente entro y salgo. El patio vacío. Odio el trinar de los pájaros y el puto gato del vecino que me mira y se ríe. Odio la silla rota y las putas plantas y el ... y la ....

En el cordón de la vereda junto las manos en la cara y empiezo a llorar.... ¿qué le hice? ¿por que se fue? ¿irse?  ¿pero que mierda estoy diciendo? Por dios! Es solo una moto, un montón de fierro, cables, cuero, alambre, cubiertas... pero que estupidez estoy diciendo, por dios! Tiene que haber una explicación lógica... seguro que la hay... no sé cuál, pero tiene que haberla. Todas esas estupideces de “chola, a casa”. Cuando creceré, cuando entenderé como funciona este mundo. Algún hijo de puta me choreó la moto y yo diciendo boludeces sobre lo bien que me entendía... o estaba tan en pedo que la dejé por ahí y ahora no me acuerdo... dios mío...pero!, ¿que es eso? Juraría que es ella, y se escucha muy cerca! Alguien me la debe estar trayendo, menos mal. Nunca mas vuelvo a manejar en pedo. Ahí está, ya se asoma la rueda por la otra esquina, pero no alcanzo ver quien la maneja... a ver...  pero... no la maneja nadie!!!

 

Anonadado espero que se detenga justo delante de mí. Apaga el motor, se eleva sobre su muleta y queda firmemente parada a escasos 30 cm. Trae colgada dos bolsitas, una de cada lado del manubrio. Abro la 1ra: el diario!, la 2da: bizcochos y facturas! Ahá! Ha visto!, era como yo decía, con la Gilera nos llevamos muy bien.

 

 Rodrigo