La Norton del Fürer

Como cualquier latinoamericano promedio intuye, la legendaria Norton fue la motocicleta que usaron los alemanes en la guerra. Generalmente venía muñida de un carrito lateral, con el único fin aparente de montar una ametralladora.

Tuve la suerte de ser el poseedor de una Norton ES2 500 por casi una década, la cual me colmó de satisfacciones y no pocos dolores de cabeza.

 

Pero el acontecimiento al que me quiero referir, sucedió a mediados de la década del 90: una bella y cálida mañana de febrero en que me encontraba efectuando compras en mi Norton 500, mientras intentaba acomodar las vituallas adquiridas en las alforjas, me percaté que era observado por dos personas. A juzgar por su uniforme y el camión que los secundaba eran repartidores de la más famosa bebida cola. Mientras me observaban, el más viejo le dijo a su subordinado, en tono de secreto a viva voz: “Hitler tenía una igual a esa, para ir a la casa de fin de semana que tenía en las montañas.”

Lo que escuché me dejo consternado largo rato, mientras volvía a casa, retumbaba en mis oídos como el ruido de un tambor: ¿Será cierto esto? ¿Existirá esa Norton todavía?

Más pronto que tarde comencé a investigar, pero fue poco lo que descubrí; era muy difícil encontrar material al respecto. Solo pude inferir que la casa en cuestión se encontraba en el sur de Alemania, en algún lugar de los Alpes Bavaros, en inmediaciones de un pueblo llamado Berchtesgaden. Quedaba un único camino posible: ir al lugar donde sucedió la historia y verificarla.

Al desplegar un mapa, se hizo evidente la complejidad de la red vial, infinidad de caminos y senderos que seguro complicarían recorrer el lugar, ¿Cómo hacer todas estas combinaciones con el poco manejo del idioma que yo tenía? ¡Creo que lo mejor sería un vehiculo propio! ¡Y un buen mapa!

Gracias a mi viejo amigo y compañero de rutas “el Tito”, que reside en Italia, conseguí una motocicleta perteneciente a otro viejo amigo, ¡esa era la solución! ¡Todo estaba listo! ¡Allá iría!

En una mañana primaveral, después de muchos preparativos, salí de Bergamo (Italia) rumbo a los Alpes; el cielo estaba poblado de negras nubes, dispuestas a aguarme el viaje de un momento a otro, pero la ansiedad pudo más. Después de recorrer no muchos kilómetros, no sé cuantos porque el cuenta kilómetros no andaba, las nubes empezaron a abrirse y por primera vez pude ver las majestuosas montañas con sus picos nevados.

Crucé por unos de los antiguos pasos, esos pocos, que a través de los siglos vieron pasar legiones de César a conquistar Europa, caballeros de armadura a liberar Tierra Santa, peregrinos de a pie rumbo a Roma, ejércitos conquistadores y ejércitos libertarios, y ahora a mí en busca de la “Norton alemana”.

El camino se fue tornando más y más sinuoso, y aparecieron los hermosos bosques de pinos. Al bajar en Austria, todo había cambiado, el idioma, la arquitectura y hasta el clima, mas frió ahora, pero con sol radiante.

Era sorprendente ver la barrera que habían constituido durante siglos estas altas montañas. Cada pueblito que encontraba era más bello que el anterior, sus casas de madera y piedra con balcones repletos de flores multicolores, este estilo tan conocido, muy particular del Tirol, los monasterios y los castillos, exhalaban un aire místico propio de aquellas cosas viejas con muchos años de historia, una música que solo se regala a quien preste oídos para escucharla.

 

En el Valle del Inn, las viejas torres de señalamiento, a más de 400 años de su construcción seguían en pie, otrora comunicaron, por medio de banderas, de cualquier movimiento en el valle de tropas enemigas al castillo.

Nos hospedamos en Ramsau, un bello pueblito de calles estrechas, secundado por un caudaloso arroyo, que en esta época de deshielo rugía impetuoso.

Tan pronto como pude intenté situar el lugar que buscaba, pero resultó muy esquivo. Nada en la zona hacía referencia (como si se lo hubiera tragado la tierra!!!), por lo cual no me quedaba más remedio que preguntar. Esto resultaba difícil, sabiendo todas las penurias que habían traído estos asuntos a este pueblo tenaz y laborioso. Pero en fin.., tomé aire y me dirigí -en el lugar que me hospedaba- a una persona mayor que me había resultado amable.

-Sorry, ¿wo ist der Berhof? ,a lo que respondió: ¿Das Berhof?wer?

Comprendí que había muchos Berhof, porque esto significaba “refugio en la montaña”, no solo la casa de Hitler se llamaba así.

Entonces, como pude, cambié de estrategia:
-Nain, nain, the Hitlers house
-Ha, ha, ha… contestó abriendo muy grandes sus ojos azules en forma inquisidora, y respondió: Das Hitler´s house, nain Bombing… ¡kaputt!  (Esto no necesitaba traducción)

 

Por un momento me desanimé,  pero luego agregó que en la punta de la montaña aún quedaba el quincho de la casa, donde aparentemente Her Hitler y sus secuaces se juntaban los jueves a la noche a comer asado y tomar cerveza, al cual todo llaman "Eagle´s Nest" (el Nido del Águila)

Para llegar debe cruzarse Berchtesgaden, tomar el camino a Salzburgo, doblar en un puente a la derecha, y de ahí dirigirse hacia Oberzalsberg. ¡Fantástico, ahí iría! Danke, danke!!.

En efecto, al llegar al “berhof”, este ya no existía. En su lugar funciona un McDonald´s, con un gigantesco ventanal hacia el valle que emulaba el original estudio de la casa. De ahí sale el camino hacia la cumbre, 1834 metros de altura que sólo se puede hacer caminando. Debía subir, ¡quizás ahí encontraría lo que buscaba!

A medida que ascendía las vistas eran magnificas, cruzaba por túneles realizados en las piedras.

manchas de aceite me dieron una pista...
manchas de aceite me dieron una pista...

A los 1700 metros de altura se llega a una explanada de la cual se parte a un túnel que conduce al ascensor, este sube 134 metros por dentro de la montaña.
Ya en el frío túnel… ¡ajá, por fin una pista!: manchas de aceite en el piso, aquí seria donde dejaban las motos los días de lluvia.

 

Exaltado por el hallazgo, subí hasta la casa. La vista era magnífica, debajo se veía Berchtesgaden, hacia el nor oeste Salzburgo, al sur el lago Konigssee y una interminable sucesión de pueblitos y caseríos unidos por lo que parecían pequeñas rayitas. ¡Verdaderamente un nido de águila!

Recorrí el lugar, pero nada; recorrí las dependencias, vi muchas fotos históricas, pero ninguna hacia referencia a “la Norton alemana”.


Desanimado bajé repasando en voz alta mi fracaso, me senté en el McDonald´s y pedí una cajita infeliz, cuando sentí una voz que me dijo: Y vó ¿d dondeee zoy? en un claro acento cordobés.

Giré la cabeza y ví a un joven de más o menos 30 o 35 años de pelo muy rubio, fornido y marcados rasgos germanos. Probablemente la caminata y el sol me afectó, me dije a mi mismo, ¿un alemán con acento Cordobés?. La mente me estaba jugando una broma, a lo que el joven replicó: “vó zoy argeeeentino ¿noooo?”
-Si, soy de Rosario
-Guaaaa… mira donde no venimo aaa encontrá…Yo soy de Villa General Beeelgrano y laburo en Berchtesgaden y vo ¿Qué hacei aaacá?
-Busco información sobre una moto Norton que tuvo Hitler, pero… no tuve suerte.
-Mira… que loco nooo… yo laaaburo en una heladeeería, mis abuelos eran deaaacá. ¡Sabés! A unas cuadras de la heladeeería, sobrelaeeentrada norte a Berchtesgaden, hay unaaacasa muy vieja de repuestos dee motos la atiende una muuujer aaanciana. Según escuuuché el marido era el meeecánico queateeendía todas las motos de laaa zona, pero durante laaaguerra lo mandaron al frenteee Ruso y nunca vooolvió, por eso la conocen como “laa viuda Reinhart”.
-¡Buenísimo! Le podemos preguntar, pero yo no entiendo un pomo de alemán ¿me haces de traductor?
-Bueno, dale cuuuliao, mañana a eso de las 17 hs espeeerame atrás de la cerveceeería junto al río y veo comooo zafo de la heladeeeería.

Al oto día, a la hora señalada, los 10 minutos de espera me parecieron un siglo, llegó el nuevo amigo y ¡partimos!

Llegamos al lugar. El negocio de afuera parecía tan pequeño como antiguo, en la vidriera una pintura hecha sobre el vidrio con rasgos muy viejos y gastados por la luz, era un Águila imperial que en sus patas sostenía una rueda de moto, y una leyenda que copiaba el diámetro de la rueda rezaba: Empire fahrrad, creo que quiere decir algo así como: “Moto imperio”. Entramos.

La mujer anciana, de pelo totalmente blanco, se arrimó al mostrador y creo que nos preguntó que deseábamos. Para ese momento mis ojos se habían extraviado en el sin número de cosas que había en las vitrinas, sobre sus viejas cajitas originales o sobre las estanterías.

Mi amigo le dijo si le podíamos hacer una pregunta, a lo que respondió afirmativamente con un movimiento de cabeza, entonces le dijimos si nos podía dar información sobre una moto perteneciente a Hitler.

Su rostro cambió bruscamente y pareció mostrar conmoción, como si alguien golpeara una puerta que no fue abierta en años. De súbito dio media vuelta y sin mediar palabras se internó entre las estanterías desbordadas de cajitas; pasaron 5 minutos… 10 minutos…, nos mirábamos extrañados sin saber que hacer y al cabo de un rato regresó; parecía haber recuperado el semblante. Nos miró y nos dijo que era poco lo que sabía, pero según recuerda, la noche del 22 de junio del 44 en que se produjo el bombardeo a Oberzalsberg, la moto se encontraba sobre la pared sur del Berhof -porque tenía el caballete roto-, y hasta donde escuchó sufrió daños tremendos: el vidrio del farol estalló, los puños y el asiento fueron alcanzados por el fuego, el tanque y el valijín sufrieron esquirlas de una granada (por lo que ya no sería posible volver a cromarlos). Finalmente la mampostería se le vino encima, y no se supo más de ella hasta que un oficial del "Ejército Soviético de Ocupación" la halló en un operativo de limpieza. Éste se la apropió y la desarmó con idea de restaurarla. Luego, cuando terminó la ocupación, se la llevo a Rusia toda desarmada en cajones.
-¿Sabe como se llamaba? ¿Dónde vivía?
-Sí, creo que Dimitri Molotov y residía en las afueras de Moscú. Es lo poco que sé.

Desanimado por el fin de la moto, agradecimos la escasa información y salimos para pasar el resto de la tarde en el BierGarden de la cervecería, soñando algún día visitar Moscú...

 

pero esa, esa es otra historia…

 

 

 

Guille

al final la Norton no era una ES2, era un poco más vieja...
al final la Norton no era una ES2, era un poco más vieja...